Crónica XXI Hiru Haundiak 2018 – 101k – Gorbea – Anboto – Aizkorri
En 2015 fue la primera vez que me hablaron de la prueba de fondo Los Montes de Vitoria, 62 km que unen la localidad alavesa de Uribarri-Jauregi con Vitoria-Gasteiz. Casi 2900 metros de ascenso acumulado. Empezando por el Itxogana, pasando por Kapildui y terminando por el Ezkibel. Entre los finalistas se sorteaban 300 dorsales (150 para los primeros y otros 150 entre el resto de finalistas) para la Hiru Haundiak 2016, mítica prueba que une las 3 cimas más emblemáticas de Euskadi: Gorbea-Alava (1.482m), Anboto-Bizkaia (1.331m) y Aizkorri-Guipúzcoa(1.551m) en el mismo día, 24 horas para completar un poco más de 100 kilómetros.
Hiru Haundiak, alguna vez me habían hablado de ella, pero nunca se me había pasado por la cabeza. En 2016 no conseguimos dorsal por lo que 2017 repetí Montes de Vitoria, donde esta vez sí que me tocó en el sorteo, aquí es donde realmente empezó Hiru Haundiak 2018 para mí. Desde entonces, cada entreno, cada salida al monte, todo estaba orientado a finalizar la prueba.
Y por fín llegó el día, 19 de octubre, viernes. Después de un día en la oficina, habiendo dormido unas pocas horas por los nervios pre-carrera, haber conseguido unos minutos de siesta y chequeado el material, partimos hacía Araia. Llegamos a las 20:00, aparcamos y vamos a retirar los dorsales. En un principio vamos ir en un grupo de 5 + 2: Jorge ,Sonia, Terre, Eneko, Emma, Kaitin y el menda.
Volvemos al coche a cenar, cada uno una cosa distinta (pasta, arroz, …), yo opto por una McBurguer, quizá no es lo más apropiado, pero últimamente, antes de finalizar las tiradas largas por el monte me entraba antojo, por lo que decido quitarme el gusanillo de la hamburguesa antes de empezar.
Dejamos las bolsas en el camión para el avituallamiento de Landa y nos vamos derechos al autobús que nos acerca a la salida de Murgia. Aún nos queda una hora, aprovechamos para tomar un café y resguardarnos del frío hasta la hora de la salida. Intento reunirme con Iker e Imanol (Korrikazaleak) para sacarnos la foto de rigor, pero no nos encontramos.
Poco a poco nos acercamos al arco, todo son risas. Empieza la cuenta atrás, 9,8,…..3,2,1. Las 00:00 del sábado 20 de octubre de 2018. Empezamos. La salida de Murgia está repleta de gente animando, todo son flashes y aplausos. Amigos y familiares de los más de 1.300 participantes que tomamos la salida. Los pelos como escarpias.
Poco a poco vamos avanzando. El cielo despejado nos permite ver la luna y las estrellas. Todavía no hace falta encender el frontal, nos aprovechamos de la luz de otros andarines. Hay que ahorrar pilas, no se sabe cuánta batería vamos a necesitar. De momento vamos charlando, alguna que otra broma (con lo bien que estaría yo en la cama a estas horas). Instauro la hora de la “pirula”. Cápsula, trago de agua y sales pa’dentro. Enseguida empiezan las primeras rampas de la ascensión al Gorbea (1.482m). Acercándonos a la cima empieza aparece la niebla y el viento. Momento de abrigarse. Tardamos 2:25 en llegar al punto de control de la cima y debido a la niebla no podemos ver la cruz.
Comienza el descenso. La bajada desde Gorbea es un espectáculo. Cientos de diminutas luces descendiendo por la ladera, intentando no resbalar por el barro y acabar rodando ladera abajo. Creo que ninguno nos libramos de las caídas en este tramo.
Bajamos, bajamos y bajamos hasta llegar a una zona donde podemos andar bien, una pista en la que podemos llevar buen ritmo. Siguen las risas y la bromas. Son las 4 de la mañana cuando llegamos al primer avituallamiento líquido en el control de Ubidea. Rellenamos los bidones y continuamos. Aprovecho y vierto el sospechoso “polvo blanco” que ha facilitado Sonia en uno de los bidones. Me dice que son hidratos, yo me lo creo, no dudo de su palabra. En otro lugar y a esas horas me habrían llevado al cuartelillo, la apariencia de la bolsita era más que sospechosa.
Nos acercamos a Otxandio y por el camino nos encontramos con varios “supporters” hidratandose con San Migueles. En la plaza de pueblo nos esperan los locales del pueblo, kalimotxo en mano. Son las 5 de la mañana y entramos en el frontón donde está preparado el primer avituallamiento sólido. El tiempo de corte eran las 6:00, de momento vamos bien. Sonia se pone nerviosa, parece que tiene prisa. Otra vez, saca su botiquín y me deja la vaselina. A estas alturas tengo el culo que parece el de un mandril.
En el avituallamiento como unos plátanos, un poco de fiambre y un café de esos ya preparados. Cuando voy a cogerlo me llevo una sorpresa ¡Son sin azúcar!¡Qué broma es esta!¡Lo que necesitamos es combustible para quemar!¿Que va a ser lo siguiente?¿Coca Cola Zero? Lo arreglo con unas onzas de chocolate y unas gominolas. Cambio las pilas al frontal y salimos del frontón. Nos volvemos a juntar con Emma y Kaitin que las habíamos perdido en la subida del Gorbea.
Salimos camino a Urkiola. La subida es tendida, marcamos un buen ritmo (Ritmoooooo, ritmo de la nocheeee….). Me adelanto con Eneko unos metros. De momento no hay cansancio. Al rato el café hace su efecto. Me aparto del camino, encuentro un buen árbol que me oculte de las miradas y procedo. Nos pasan Jorge y Sonia. Les decimos que sigan, que ya les pillamos. Pasan por el punto de control de Urkiola a las 7 de la mañana, nosotros 4 minutos más tarde. Recargamos líquidos en el avituallamiento y continuamos. Ambientazo en el avituallamiento, parece el parking de una discoteca. Empezamos a subir bordeando Urkiola mendi para llegar la Anboto. Volvemos a coger Jorge y Sonia que están acompañados por “Pollo”. Ha llegado en bici desde no se donde y la ha candado en Urkiola. Nos acompaña (lleva) hasta el Anboto, son casi las 8 de la mañana y poco a poco el día va amaneciendo.
Cuando empezamos la ascensión al Anboto nos damos cuenta que “La Mari” no nos va a poner las cosas fáciles. La ruta de ascenso no está muy clara, nos cruzamos con gente que baja. Subimos en fila india y se hacen tapones. Vamos probando caminos alternativos, avisando a la gente que baja que lo hagan por otro sitio, que la roca está mojada y resbala. Algún que otro grupo que baja consigue sacarnos unas carcajadas durante el ascenso. El chiste del cowboy nunca falla. Después de un buen rato trepando por la roca llegamos al punto de control. Damos la vuelta y bajamos en paralelo a la gente que sube, intentando siempre ir un poco más a la derecha.
Ya son las 9 de la mañana cuando bajamos del Anboto. Volvemos a rellenar liquido, me tomo la “pirula” de sales, una gominola de cafeína y zapatilla. Nos adentramos trotando en los espectaculares bosques del Orixol, troncos cubiertos de reluciente musgo verde brillante por el rocío. Pasamos por el control a las 10:07, Eneko se queda un poco atrás, le espero para ver como va. Más que me ve me dice que no puede, que va muy justo, que su meta está en Landa. Le digo que coma y se hidrate. Corro un poco para coger a mi grupo, para no quedarme solo. Les alcanzo poco antes de que Sonia “amoche” el ojete contra un piedra. Menos mal que la raja del culo es vertical y no horizontal. Se levanta dolorida pero no es nada. Seguimos.
Jarindo. WTF!!! ¿Pero a quién se le ha ocurrido plantar este monte aquí? Subimos y subimos y subimos, parece que no tiene fin, cuando crees que has llegado aparece otra rampa de la nada. Llegamos al control a las 11:41, todavía tengo que invertir otros 50 minutos para llegar a Landa,. Poco a poco me voy quedando rezagado. Jorge me acompaña, pero en el último tramo no le puedo ni seguir. Me paro a mear y me quedo solo. Intento trotar, cosa que hago con dificultad. Me voy acercando a Landa, se empieza a ver gente animando. Me emociono por los aplausos, pensando en que no voy a ser capaz de seguir, de todo el entrenamiento, de los madrugones, del frío, del calor de los entrenamientos. Pensando en la familia, en los que están y los que nos han dejado. No tengo fuerzas y los más de 40 kilómetros y 2.200 metros de desnivel que me quedan hasta la meta de Araia. Se me cae el mundo encima.
Al llegar a Landa me piden el DNI, ya ni se donde lo tengo, creo que lo había dejado a mano para cuando me lo pidieran. Por fin lo encuentro. Me dan las gracias y me dejan pasar. Adelante Sr. Trigueros. Lo primero que hago es ir a lavarme las manos, las tengo negras de la bajada del Anboto. Entro en la carpa y veo a Sonia y Jorge, ya se han cambiado y están comiendo. Les digo por lo bajinis que ahora no puedo seguir, no me hacen mucho caso. Cojo un caldo y un plato de macarrones. Me siento e intento descansar. Les confirmo que no voy a seguir, que se vayan sin mí, que no me puedo ni mover, que me voy a quedar a esperar a Eneko, que hasta aquí ha llegado la aventura del Hiru Haundiak, incluso el GPS me da la razón y decide apagarse, adiós a la batería que tenia que durar 35 horas.
A la una del mediodía salen del avituallamiento de Landa, les deseo suerte y que ya nos veremos. Cojo la mochila de recambio y empiezo a cambiarme para no quedarme frío. Consigo ponerme la camiseta de Korrikazaleak que tenía preparada. Vuelvo a por otro plato de macarrones, esta vez con carne, un plátano y un yogurt con cereales. Me siento a comer. Poco a poco la locura se va apoderando de mí, y me empieza a rondar por la cabeza el levantarme y afrontar el último tramo. Si he llegado hasta aquí…. Me cambio los calcetines, cojo las barritas energéticas y las sales que tenía preparadas para esta tercera etapa, la más dura sin duda. Arramplo con los plátanos, las onzas de chocolate y relleno los bidones. Dejo la bolsa para que me la lleven a meta y salgo de la carpa. Y como si no fuera suficiente, al salir de la carpa y pasar el control te ponen dos guardarrailes para que saltes. Puro espectáculo. Miro hacia atrás a la carpa, miro a la rampa que me espera y sigo adelante.
Al poco de salir le llamo a Jorge, esperando que tenga el teléfono operativo. Me coge y le digo que he salido detrás de ellos, que me llevan unos 30 minutos de ventaja. Que ya les alcanzaré. En ese momento conecto el móvil a la powerbank que me había agenciado el día anterior, la más ligera de sus características según el vendedor de Amazon. Me había llegado el viernes poco antes de salir. Me planto los auriculares, abro la app de podcast y le doy al play al primer capítulo de Ilustres Ignorantes que me había descargado antes de salir. He salido de Landa a las 13:30, todavía me quedan muchas horas por delante, y casi siempre solo.
Cojo buen ritmo andarín, de ese que he entrenado por las orillas de la ría, haciendo fotoboom a los turistas que vienen a visitarnos. Las bajadas vuelven a ser complicadas, mucho más que las subidas. Sale el sol y sube la temperatura, me quito el cortavientos de la marca de Forum. Le doy la vuelta para que se vaya secando, no transpira tanto como dice en la etiqueta.
Llego al control de Albiturri a las 14:48, Coca Cola de trago y al fondo se ven los 78 molinos que voy a tener que atravesar. Parece que la niebla que nos lleva acompañando todo el día se quiere retirar y dejar salir al Sol. Pero es un espejismo, enseguida vuelve a aparecer. Cada vez me voy acercando más a los molinos, paso un avituallamiento que casi ni se ve por la espesa niebla. Paso a un pequeño grupo de 3 cuando casi nos despistamos al no ver una de las marcas del camino. Corregimos y seguimos. Sigo pasando gente, a veces a parejas y otras corredores solitarios como yo. Prefiero llevar mi ritmo y no atarme a nadie, por lo menos ahora, me encuentro bien, parece que me he recuperado. Quien me lo iba a decir cuando hace 2 horas era un despojo humano sentado en una silla que no era capaz ni de desatarse los cordones de las zapatillas.
Comienzan los molinos, numerados del 1 al 78, sin saltarse ninguno. Al principio hacen gracia, al final, ni p… gracia. Voy rebasando uno a uno, la mayoría casi invisibles por la densa niebla. Sigo escuchando los podcast, ahora me he pasado a TodoPoderosos. Llego al primer control de los molinos, Usabakotxena. Creo que estaba en el molino 40. Siguen los sube y baja sin parar. Me acoplo a un grupillo y empezamos a charlar. Alguna que otro broma cae, y por fín empezamos la cuenta atrás:75,76,77 y 78. Hemos llegado al último p… molino de viento. En el control nos dicen que ya está, que es el KM 82, que ya no nos queda nada, que en 4 horas estamos en meta.
Sigo en solitario, fantaseando con llegar con la luz del Sol a las campas de Urbia y poder subir el Aizkorri (1.551m) con la luz del día. Cuando por el horizonte aparece el Aizkorri alcanzo a otro intrépido. Me pregunta si hay que subir ahí. Le digo que si. Me dice que si estoy de broma. Nos juntamos con otro grupo que va muy animado, llegamos con ellos hasta el control y el avituallamiento, aproximadamente las 19:40. De repente oigo la voz de Sonia llamándome: ¡¡¡Juan!!!
Nos ponemos los frontales e intento coger mientras me como un poco de chocolate. Sonia no me deja y Jorge “Cohello” suelta una perla: No te sientes que es peor. Vemos un cartel de 90km, pero me parece sospechoso. Empezamos a subir detrás de un pareja. Nos suben a ritmo, piano piano. La niebla se ha retirado, la luna se ha adueñado del cielo y el cielo rojizo del atardecer pinta una estampa digna de postal. De vez en cuando levanto la mirada del suelo para contemplarlo. Al final va a merecer la pena esta paliza para contemplar el paisaje.
Al comienzo de la ascensión le he dicho a Sonia que la subida es mucho más tendida que la del Anboto, que hay una zona de zigzag pero que enseguida se sube fácilmente en diagonal (por lo menos eso es lo que yo recordaba). Pues resulta ser mentira, jeje. Nos cuesta subir y por fín, en las sombras vemos la cima, la ermita y el refugio. Pasamos el control a las 20:41. Ellos siguen adelante, yo decido parar 5 minutos para comer un plátano, beber agua y coger fuerzas para el descenso. En el refugio me confirman que el cartel de 90 km de abajo estaba mal, que el 90 es la cima, que todavía nos quedan 10 km, más o menos 2 horas. Según salgo del refugio siento una extraña sensación de frío y empiezo a tiritar. Decido empezar a bajar rápido, sorteando las piedras de la bajada. Sigo el sendero hasta que desciendo unos cuantos metros y vuelvo a entrar en calor. Alcanzo a un grupo y me pego a ellos, sigo luz de sus frontales y sus pasos.
Siguen las piedras y el barro, una bajada dura, los kilómetros y horas empiezan a pesar en las rodillas y las plantas de los píes. Gracias a la instauración de la “hora de la pirula” no han aparecido los calambres y la ampolla en el meñique que llevo arrastrando desde más o menos mitad de carrera no molesta demasiado. Al rato de bajada vuelvo a alcanzar a Jorge y Sonia que se están quedando sin pilas en el frontal. Seguimos el descenso. Desde la cima nos quedaban 10 kms, pero como ninguno de los 3 llevamos ya GPS no sabemos ni el ritmo ni distancia que vamos recorriendo en el descenso. Cada 2 x 3 preguntamos a la gente de la organización que nos encontramos por el camino. La respuesta siempre es la misma: 1 hora.
Llegamos al último avituallamiento líquido, nos dicen que la meta está a 45 minutos. Seguimos bajando, cada vez con menos luz y con más ansiedad por llegar a meta. Nos encontramos con un cartel que con la indicación: Araia 2,3 km, 45 minutos. No puede ser, pero si hace 20 minutos ya nos habían dicho 45 minutos. Por fín, entre los árboles podemos ver algunas farolas, signos de civilización, un poco de contaminación lumínica. Tocamos asfalto y vemos casas. Unas amables lugareñas y unos entrañables niños nos dicen que nos quedan 10 minutos. Ya son las 23:20, ya queda poco. Le mando un Whatsapp a Eneko, le digo que ya estamos llegando, ellos nos siguen con la app de la organización. Me dice que tenemos que rodear la iglesia para entrar en meta.
Sonia me devuelve la linterna, empieza a trotar a la meta con Jorge, se nota que está loca por llegar y coger a sus niñas en la llegada. Allí está la familia, que ha esperado durante horas. Empiezo a acordarme de todos esos mensajes de ánimo que he ido recibiendo durante el día en el Whatsapp, desde los mensajes de texto hasta los audios “mega” elaborados. Todos esos ánimos de los días previos. Me quito el cortavientos y lo meto en la mochila, me quito el frontal, vacío los bidones, me pongo la gorra roja que siempre me acompaña desde que empecé con esto de correr hace 11 años, justo antes de que naciera Eider. El primer reto fue un maratón, me quería demostrar que si era capaz de terminar esa distancia podría afrontar la paternidad. Con Unax llegó otro maratón, 2 hijos 2 maratones. Y ahora esto, 101 kms para intentar dar ejemplo y demostrar que el trabajo duro tiene su recompensa, que si quieres algo hay que trabajarlo, que no llega de la noche a la mañana, que en esta vida nadie nos regala nada y que somos unos privilegiados por vivir donde vivimos y de haber tenido una familia como la que tenemos.
Al fondo la iglesia de Araia y de la curva salen Elena y Eider, corriendo, nos abrazamos y seguimos juntos estos últimos metros, me llevan hasta la alfombra roja que hay en la meta, el cronómetro indica 23 horas 32 minutos y 41 segundos. Eneko nos saca unas fotos, aita viene a abrazarme. Menudo subidón, no hay dolor, ni cansancio, nadie me puede quitar la sonrisa de la cara, todavía me dura.