Maratón Castellón 2025

Mi primera vez

Viernes, 12:30 del mediodía. Cojo el coche con Íñigo y Gorka para ir a nuestra cita. El maletero lleno de mochilas, nuestras mejores ropas y dos buenos colchones para estar bien preparados y tranquilos de cara al domingo.

Buena charla, arreglando un poco el mundo, paradas para comer y para la compra de rigor, cena ligera y a descansar. Gorka e Íñigo lo tenían claro: para rendir bien en la primera vez hay que mantener las formas, tenerle respeto y, sobre todo, disfrutar. Lo repetían una y otra vez, o al menos eso entendí yo: «Es muy mental, habrá rachas buenas y rachas malas, pero no pares hasta llegar al final. Ahí está la alegría.»

El día previo: nervios y preparativos

Sábado. Estoy tranquilo, pero nervioso. Un poco de turismo por Castellón, comida ligera, visita a la feria y al mercado, que estaba animado. Por la tarde, ya en casa, comenzamos los preparativos para esta cita a ciegas.

Antes de cenar, preparamos nuestra vestimenta: cada uno con su ropa de gala y sus identificaciones, no vaya a ser que nos confundan en el momento clave. También organizamos los aperitivos en forma de geles para el día siguiente, y cenamos algo ligero, no fuera a ser que el estómago nos traicionara justo en el gran encuentro.

Cuando estamos terminando de cenar y a punto de acostarnos, Gorka recibe una llamada de Kike: le han estafado y no tiene hotel. Le decimos que puede quedarse con nosotros, pero nos entra la duda: ¿y si no dormimos bien? ¿Se nos notará la cara de cansancio al día siguiente? Al final, Kike consigue solucionarlo, así que a las 21:30 nos metemos en la cama para rendir al máximo.

El gran día

Suena el despertador a las 6:15. Pienso en lo inevitable: ¿Cómo será? ¿Aguantaré todo ese rato? ¿Y si no lo logro? Me he preparado mucho para ella, pero uno nunca sabe. Recuerdo el mantra de Íñigo y Gorka: hay rachas buenas y rachas malas… pero no pares.

Desayuno con Gorka e Íñigo: muy dulce, pero sin galletas. Gorka no lo puede creer. Íñigo, por su parte, desayuna pasta con huevo. Cada uno con su estrategia, pero el mismo objetivo.

A las 7:30 salimos y encontramos aparcamiento rápido. Nos cruzamos con Rubén, con quien habíamos estado ayer de Beste Bira, y con Kike. El ambiente es una locura: gente arreglándose, corriendo de un lado a otro, estirando como si fuera un ritual sagrado. Nos damos cuenta de que ella no nos pone nerviosos solo a nosotros.

La cita

Últimos preparativos y nos dirigimos al punto de encuentro. Íñigo, Gorka y Rubén van juntos; Tabo, Kike y yo, por otro lado. Primero salen los de la cita exprés y luego nosotros. Tabo se adelanta desde el inicio, así que me quedo con Kike un rato. Me ayuda a disipar los nervios.

Ahora sí, ya estoy solo con mi cita. Corro a ritmo tranquilo, con un objetivo claro: bajar de 3:30. De ahí en adelante, lo que venga es ganancia.

Los primeros 24 km van como la seda. Voy incluso un poco más rápido de lo esperado. Del 24 al 30 empiezo a notar el cansancio, pero sigo bien.

En el 34, el desastre: agotado, tengo que parar un minuto a hacer pis (qué vergüenza, ni siquiera la primera vez pude aguantar). Del 34 al 40 el mantra vuelve a mi cabeza: «Hay rachas buenas y otras malas…» ¡¿Pero esta cuándo se acaba?! Kilómetro 40. Veo que puedo lograr la marca. Ya sé que llegar, llego. Pero no estoy del todo seguro. Ahora sí, toca sufrir. Me concentro en una sola cosa: pillar al de delante.

Y entonces lo entiendo mejor que nunca: el tiempo es relativo. Esos últimos 10 minutos duran una eternidad.

El final y el después

Cruzo la meta. Objetivo cumplido.

Empiezo a caminar hacia el punto de encuentro con Gorka e Íñigo, pero del globazo que llevo camino en dirección contraria durante un buen rato hasta que me doy cuenta.

Al encontrarnos, Gorka está más feliz que un niño con helado. Como él dice, le ganó al declive. Íñigo, en cambio, parece un poco decepcionado con su marca, sin darse cuenta de que está en el 4% de corredores más rápidos del mundo en maratón en su franja de edad. Perdió unos cinco minutos por calambres, pero con el tiempo se sentirá orgulloso de su fortaleza mental para no retirarse y seguir a pesar del dolor.

Finalmente, recogemos todo y paramos en casa de Piero a comer. Nos cuenta su historia y nos reímos un rato. Así como felices veníamos, felices nos vamos. Pero esta vez, menos nerviosos, con una gran experiencia a cuestas y un maratoniano más en el mundo.

P.D: No digo los tiempos, porque creo que en verdad es lo menos importante después de pasar un gran fin de semana y de todas las enseñanzas que me llevo de dos grandes maratonianos, pero sobre todo grandes personas y de un gran club. Eskerrik Asko!

Por Andrés Galemiri

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