Crónica Sierra de Aracena Ultra Trail – 2025

Sábado 25 de enero, estoy en casa de un amigo celebrando su cumpleaños. Un poco achispado por las cervecitas que me he tomado, le escribo a Itxaso: «¿Cómo hago para apuntarme de voluntario a Hiru Haundiak y poder correr en 2027? Es que para este año me veo verde todavía.» La respuesta de Itxaso es clara: «Déjate de tonterías y apúntate al sorteo de este año, que si sigues entrenando con la constancia que has llevado hasta ahora, la sacas de sobra». El germen de la ultra se instala en mi cabeza, ¡Vamos a por ello!

El 1 de marzo es el sorteo, pero por lo que van contando los compis, es más fácil que toque a que no. Las ganas van aumentando e incluso ya tengo una playlist creada. El nombre refleja lo precavido que soy: «Ese nombre que todavía no te atreves a ponerle». Me recuerdo que es un sorteo, así que pies en el suelo, que si al final no toca, la hostia es grande. Y efectivamente, llega el 1 de marzo y el grupo de WhatsApp se vuelve loco: a Itxaso le ha tocado. Molina es el siguiente que lo confirma y rápidamente le siguen Ivan, Ales, Julen, Borja, Aitzol, Munguira y Tania. A mí me pilla entrenando y cuando echo un vistazo al móvil, veo la notificación del correo: «Sentimos comunicarle que bla bla bla»… 1006° en la lista de espera. Lo vuelvo a leer por si acaso, pero el número se mantiene. ¡Qué rabia! Tocará acompañar y animar a los compis en ciertos tramos.

Sin embargo, el germen de la ultra no ha ido más que creciendo y creciendo en mi cabeza, así que toca ponerse a buscar una solución y descifrar un puzzle de 3 piezas: un amigo al que visitar, una carrera que correr y un fin de semana disponible. Tras una búsqueda por todas las webs de carreras, las piezas encajan perfectamente para el puente de mayo en la Sierra de Aracena Ultra Trail, en Huelva.

Los días van pasando y yo sigo con los entrenos, la mayoría yo solo con mis pensamientos, pero, cuando se puede, disfrutando de los mejores entrenos: esos que hacemos en equipo. Bilbo Mendi Trail, la subida al Gorbeia… Qué bien lo pasamos… Y cómo sufrimos, digámoslo todo.

Y finalmente llega la fecha marcada en rojo en el calendario, el 3 de mayo. La carrera de 62km con 2500+, como bien dice su nombre, recorre la Sierra de Aracena. Hacemos una salida neutralizada porque, por el mal tiempo, han cambiado parte del recorrido a última hora. Así que, en los dos primeros kilómetros, toca recorrer el pueblo de Aracena. Nos vuelven a reunir y, ya por fin, dan el pistoletazo de salida oficial. Nervios y emoción a partes iguales. El entreno realizado creo que es suficiente, y la teoría de lo que me viene por delante creo que me la sé. Ahora solo queda disfrutar.

Los primeros 6 kilómetros caen solos, y como si yo fuera Simba y ella Mufasa, Itxaso aparece entre las nubes para recordarme esos consejos que tanto le he pedido: «Bebe agua: aunque no tengas sed, bebe agua. Y recuerda, empieza suave, que esto es muy largo». Subida, bajada, avituallamiento líquido, tramo de andar, tramo de correr y, por fin, por el kilómetro 14, llega el primer avituallamiento sólido. Me acuerdo de Ander, como no. Gominolas, plátanos, galletitas saladas y mis favoritos: Sandwiches de Nocilla. Sigo más y más kilómetros y veo a un fotógrafo. Como dice Esperanza, toca disimular y sonreír, hay que salir guapos.

A partir del avituallamiento del kilómetro 27, hay un tramo largo sin repostaje, así que pillo los auriculares de la mochila y pongo esa playlist que preparé para HH: Mikel Laboa, Xabier Lete, Lertxundi… que, junto a lo verde que está todo y la lluvia que me acompaña, me hace sentir como en casa. Luego un poquito de Ingrávidos con una entrevista a Sara Alonso y cuando se ponen a hablar de las últimas zapatillas del mercado, me acuerdo de las Mizuno que compré hace menos de dos semanas y que me están haciendo algo de daño en el empeine. Y en la rodilla. Y en la cadera. En realidad no son las zapatillas, sino que me doy cuenta de que ya llevo 40 kilómetros, dos tercios de carrera, y el cuerpo lo nota. Así que un poco de musiquita más animada y para adelante. En algún momento me encuentro con un punto de control, y como el humor, aunque sea malo, es lo último que se tiene que perder, suelto la de Ales: «¿A cuánto está el primero? ¿Si aprieto le alcanzo?». El voluntario está totalmente descolocado con la pregunta, luego se ríe.

Por el kilómetro 56, cuando el cuerpo ya flojea más, pienso en Sam de El señor de los anillos y aquel «si doy un paso más, será lo más lejos que he estado de casa». Yo igual, si hago un kilómetro más, será la tirada más larga que he hecho nunca. Hay que buscar motivación para esos últimos kilómetros porque falta poco, pero se hace duro. Así que empiezo a buscar esas palabras que formarán esta kronikazaleak y… en esas ando, cuando por fin veo el cartel de bienvenida del pueblo. Solo queda recorrer un par de calles, sacar la mejor de las sonrisas y disfrutar de los últimos metros. ¡LO HE HECHO!

En meta me espera una bolsa del corredor con jamón de la sierra, dulces del pueblo, y alguna otra cosita, pero sobre todo, el orgullo de haber terminado. Estoy muy contento. Citando la película «Hacia rutas salvajes», «la felicidad no es plena si no es compartida», y es que la carrera ha estado espectacular y la he disfrutado muchísimo, pero el camino hasta ella y las salidas especiales con los compis del equipo han estado igual o incluso mejor. ¡Qué suerte aquel día en que decidí ser uno más de Korrikazaleak!

Y ahora… ¡A por la siguiente!

Por Ima Gago

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