Crónica XI Prueba de Fondo Los Montes de Vitoria 2017

Viernes, 22:30, después de dejar todo preparado me meto en la cama con la esperanza de poder conciliar el sueño antes de lo normal. Error, me giro y veo las 00:00 en el radiodespertador. 3:30 de la mañana del sábado 10 de junio. Suenan los 2 despertadores sincronizados. Me levanto, me visto, como un plátano, me preparo una barrita de cereales y el termo con el café. Miro la temperatura, 18ªC, repaso el material: barritas energéticas, sales, gominolas de cafeína, gominolas de emergencia, y lo más importante: el papel higiénico. Doy besos a los peques y a Elena y me voy a buscar a mi compañero de aventura.

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Sobre las 4:10 le recojo donde habíamos quedado, no viene muy animado, me dice que no ha dormido bien las 2 últimas noches. No le doy importancia, se que se ha entrenado bien para este reto. Ponemos rumbo a Vitoria. La previsión del tiempo daba unas temperaturas entre 17 y 31ºC. Durante el camino vamos charlando y «rezando» para que no se levante ña niebla y que aguante por lo menos hasta mediodía.

Entramos en Vitoria, derechos al aparcamiento de Mendizorroza, recogemos el dorsal, saludo a Iñaki que también quiere repetir gesta y nos preparamos para coger el autobús que nos llevará a la salida en Ullibarri-Jauregui. Silencio tenso en el bus y alguna que otra risa. Llegamos prácticamente sobre la bocina, una meadita en los «baños» habilitados por la organización y directos a la linea de salida. Intentamos colocarnos lo más adelante posible, nuestro objetivo es terminar enteros, por lo que es importante no quedarte atascado en los trenecitos bajo el sol abrasador que estaba por venir.

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10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, Go!!! Dos años después vuelvo a estar en el mismo punto, esta vez ya se lo que me espera por delante.

Salimos trotando, intentando buscar un hueco que nos permita ir cómodos en la recta de salida. Lo encontramos y vamos a nuestro ritmo. Por suerte la temperatura es buena, unos 18ºC, el cielo sigue cubierto y hay suficiente luz para moverse sin problemas. Dejamos la carretera y nos adentramos en los caminos que nos llevarán hasta la primera cima, el Itxogana (1.062 m). Nuestro ritmo es bueno, nos quitamos el cortavientos, debido a la humedad reinante en el ambiente ya estamos sudando como pollos. Asier se va poniendo a tono poco a poco y las vistas son preciosas, una pena no llevar la cámara de fotos a mano. Esta vez subimos por otro sendero distinto al que recordaba de la edición de 2015 cuando se formaron varios tapones. Hacemos cima en poco más de 54 minutos.

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Siguiente objetivo, Indiagana (1.098 m) que nos lleva poco menos de 20 minutos el hacer cumbre. Descendemos hacía el primer avituallamiento en Azaceta (km 10). Rellenamos los bidones y seguimos. De momento el sol nos esta respetando, nos movemos por frondosos bosques que nos protegen de los rayos del sol. Próximo objetivo: Arraialde (1.049 m). Una vez coronado comenzamos el descenso, en un principio fácil, pero pronto se complicará. Nos metemos en un bosque por un sendero en que se nota que ya han pasado más de 400 corredores. Casi intransitable, imposible de correr. Una pena, ya que es una zona preciosa para correr, o así lo recordaba yo de la edición anterior.

Llegamos a la balsa de Ixona (km 18.900), primer avituallamiento solido. Volvemos a rellenar los bidones, uno con sales y otro con agua. Como un poco de dulce, jamón, queso, pan, frutos secos y fruta. Enseguida nos volvemos a poner en marcha. Subida intesa a Almurrain (881 m), primera cima antes de llegar al radar del Kapildui (1.176 m). Aquí no se oye ni una palabra, solo el tac-tac de los bastones. Por suerte la subida sigue transcurriendo por una zona boscosa y estamos protegidos del calor, que cada vez se empieza a notar más. En el avituallamiento del Kapildui empiezan a racionar el agua, todavía quedan otros 500 corredores/marchistas por detrás. Pasamos Butxisolo (1.146 m) casi sin darnos cuenta. Hora de descender hasta el pueblo de Okina.

Al llegar a Okina nos está esperando Cris, nos saca unas fotos y nos da ánimos. Asier se cambia casi por completo (zapatillas, calcetines, gorra, camiseta) yo me deshago del cortavientos y los manguitos. Quitando gramos de la mochila. Comemos, bebemos y charlamos. Asier viene un poco tocado, pero ya estamos en el km 31, con 5 horas a nuestras espadas, ya «sólo» nos queda la mitad. El comentario general de los familiares y amigos que han venido a animar es que todos vamos con retraso en los tiempos previstos. Calculo que llevaremos unos 30 minutos de retraso con respecto a los tiempos del año 2015, el barro de la bajada de Arraialde nos ha retrasado un poco, aunque el objetivo es llegar, siempre es bonito intentar mejorar las marcas.

Son casi las 11 de la mañana cuando salimos de Okina, poco a poco vamos subiendo por el camino que sale del pueblo. Lorenzo ya golpea con fuerza. Seguimos hidratandonos continuamente. Yo voy mezclando sorvos de los dos bidones, un poco de sales y otro poco de agua. Por delante Zalbizkar (1.046 m) y Pagogan (1.029). Se empiezan a notar los kilómetros en las piernas, pero vamos bien, trote cochinero, ya nos queda menos para la barrera, literal, del maratón. Antes de enfilar Lendiz (848 m)  hago una parada técnica en boxes. Asier sigue al trote para no quedarse frío. No me lleva más de 5 minutos volver a la carrera. Sigo adelantando gente, muchos van ya andando. Coincido con un chico que ha perdido a su acompañante en Okina, se ha retirado. Vamos charlando un rato, de las sensaciones, la experiencias de la carrera y de su próximo reto, el GH2. Va un poco más fuerte que yo en la subida y sigue adelantando gente. Yo a mi ritmo, reservando para más adelante, que sé que lo voy a necesitar. Metros antes de llegar a Lendiz me topo con el cartel de 42.195 metros, la distancia del maratón, pegada en una valla que tenemos que saltar. Hago cima en Lendiz y empiezo a bajar hacía el Puerto de Vitoria, donde espera el siguiente avituallamiento y donde seguramente me esté esperando Asier. Paso una vaqueriza donde el ganado anda suelto, lo más parecido a un encierro que he vivido nunca.

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Por fin llego al Puerto de Vitoria, donde alguno de los conductores no respeta el paso de los corredores. Me reuno con Cris y Asier. Me refresco, como un poco de fruta y otra vez al lío. Siguiente objetivo: Arrieta (1.000 m). Comenzamos el ascenso por un camino de tierra, sin una sombra. Asier me pregunta por la dureza del ascenso, le respondo que no recuerdo como es. A los pocos minutos nos damos cuenta porque lo he borrado de mi memoria. Una subida dura, sin sombras, bajo un sol abrasador. Vamos subiendo, suave suavecito, pasito a pasito, encontrándonos un montón de gente por el camino, incapaces de subir, apoyándose en los bastones. Duro no, lo siguiente. La ascensión se convierte en la más dura en lo que llevamos de jornada, sin referencia a la cumbre, mi GPS ha dejado de funcionar hace un buen rato. Por fin hacemos cima, calculo que nos habrá llevado más de media hora llegar. A unos pocos kilómetros se encuentra el siguiente avituallamiento sólido. Comenzamos a bajar, con la esperanza de encontrar enseguida el bosque que nos protegerá del sol. Comienzan mis primeros problemas musculares en la pierna derecha. Hasta aquí, solo había notado un poco de cansancio.

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LLegamos al avituallamiento del puerto de Zaldiaran. Cris nos espera con más fotos. Nos sentamos unos minutos a la sombra, comemos, nos refrescamos y rellenamos lo bidones. Sólo nos quedan los 3 últimos. Salimos por un sendero y enseguida llegamos a las rampas asfaltadas que nos llevan a la antena del Zaldiaran (978 m). Asier revisa su móvil y empieza a reproducir los mensajes de animo que le están enviado por Whatsapp, se agradecen a estas alturas. Comenzamos el descenso hacía Busto (976 m) por un sendero estrecho en el que de vez en cuando las ramas nos protegen del sol. LLevamos ya rato echándolos agua por la nuca para rebajar la temperatura que sigue subiendo. Llegamos al sendero que nos lleva al alto de Busto, un ascenso casi vertical. Nos damos ánimos, ya solo nos queda uno. Bajada rápida por una zona fresca, llena de hojarasca de tonos amarillentos. Seguimos adelantando a gente y dandoles animos, ya casi lo tenemos hecho.

El camino hasta Ezkibel (816 m) se me hace eterno. Por fin divisamos a lo lejos la pared que hay en lo alto. Se por experiencia propia que si llegamos arriba esto está hecho. Hacemos cima a las 15:30, media hora de retraso con el horario de hace 2 años. Nos felicitamos, sabemos que está hecho, que lo vamos a conseguir. Bajamos poco a poco al último avituallamiento. Los dolores musculares de la pierna derecha vuelve a aparecer. Asier no me deja descansar más de un minuto mientras nos refrescamos, me rellena los bidones y nos ponemos en marcha.

Cuatro kilómetros para llegar a meta. Nos adentramos en Armentia, seguimos adelantando a gente que nos pregunta cuánto queda. Animanos a algún otro que se ha quedado sentado en los lados del camino, intentando recuperar fuerzas para afrontar este último tramo que parece no tener fin.

Divisamos las primeras edificaciones de Vitoria, gente tomando el sol en las campas, eso quiere decir que nos acercamos. Vacio los bidones, no quiero llevar peso extra. Llegamos al asfalto. Un grupo de municipales están «regulando» el tráfico. Nos informan que nos quedan unos 700 metros por la Avenida Cevantes (creo que se quedan cortos, son los 700 metros más largos del día). Por fin se ven las vallas de los patrocinadores, oímos a la speaker y vemos el arco de meta. Nos felicitamos, se ponen los pelos de punta. Después de 10 horas 10 minutos y 14 segundos cruzamos la meta, gracias a los meses de entrenamiento que nos han permitido llegar a Vitoria, después de hacer 11 cumbres y más de 62 kilómetros bajo un sol infernal.

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Aquí está Cris que nos vuelve a tirar fotos, felicitarnos, abrazarnos. Grito, no se si de dolor, rabia, alegría, intentando recuperarme del esfuerzo. Según el GPS de Asier el último kilómetro nos ha salido a 5:39 min/km. Es hora de comerse el yogur en el que venia pensando desde Zaldiaran, fresquito y con cereales.

Recogemos el diploma que nos acredita como finisher. Puestos 328 y 329, no está nada mal. Hemos venido remontando desde el puesto 457°. Vamos a por la bolsa del corredor y la camiseta. Una de las mas chulas que me han dado nunca.

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De los 945 corredores que tomamos la salida solo hemos llegado a meta 760. Enhorabuena a todos ellos. Esto refleja la dureza de la prueba, en la edición del 2015, con unas condiciones de calor menos extremas, con 30 minutos menos quedé en la posición 433. Este año el 328 (240 Senior Masculino) con una peor marca. Una carrera totalmente distinta con una media de unos 6,1 kilómetros por hora.

Ahora a descansar, recuperar y esperar que no me toque el dorsal en el sorteo para Hiru Handiak 2018.

Los montes de Vitoria 2017

Clasificaciones

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